miércoles, mayo 14, 2025

OVNI EN LA SELVA

Imagen creada con Meta AI 

Me invitaron a un viaje, pero no de los que requieren alucinógenos, y sin embargo no imaginé que terminaría en una aventura fuera de este mundo.

Nacemos, crecemos, buscamos trabajo y esperamos nuestra jubilación, es nuestro ciclo laboral sin tantas vueltas, no todos consiguen llegar al retiro, en ocasiones el fantasma del desempleo nos asecha a todos esperando a que cometamos el más mínimo error para despojarnos de esa tambaleante estabilidad que nos da el ingreso de un trabajo seguro, bueno, decir seguro es solo eso un decir porque lo único seguro en esta vida definitivamente es la muerte y con ese pretexto: de que nos vamos a morir, justificamos algunas acciones en nuestra vida, tomamos decisiones que comparadas con la muerte creemos no son tan malas, hasta que aparecen ciertas consecuencias derivadas de las mismas.

En una de esas que me invitan a un viaje cuyo destino sería un paraje lleno de aguas turquesas, mucha vegetación y aire limpio, eso sí, también exigía algo de sacrificio pues según lo dicho posiblemente entraríamos el corazón de la selva chiapaneca, el asunto no me parecía tan emocionante siendo originario del Infierno Verde; así describía Salvador Manrique a Tabasco, también le dicen la Esmeralda del Sureste pero definitivamente no es lo mismo la selva de la planicie que la selva de los cerros y las montañas, allá las cosas son más duras y aventurarse en sus terrenos exige condición física, aunque determinación, coraje y terquedad ayudan mucho a falta de lo primero.

La invitación me la hizo mi padre postizo, médico jubilado con mucho amor por la naturaleza, que ahora con tiempo de sobra, pues ya no trabajaba, quería cumplir un deseo que lo perseguía por las noches en sus guardias laborales: conocer la Laguna Miramar.

Estoy de acuerdo en que las cosas no se deben pensar tanto porque muchas veces se termina no haciendo nada, pero créanme cuando les digo que un poquito de planeación no viene nada mal cuando deseen hacer algo porque los problemas vienen después y cuando ya tienen la bronca encima solo queda resolver o atenerse a las consecuencias.

A mí no más me dijeron empaca ligero, en ningún momento tuve mucha información, me dijeron: vamos a un viaje a la selva y hay que caminar unos 5 km para llegar hasta nuestro destino, pero nunca pensé que las distancias, aparentemente cortas, podían convertirse en una pesadilla cuando van cuesta arriba o cuesta abajo. 

Como buen Godín aprovechamos un puente para viajar, aunque mi padre ya es jubilado requería que yo tuviese los días libres para acompañarlo y así fue, salimos un miércoles después de mi trabajo y yo manejé, fui conociendo el itinerario sobre la marcha. Chiapas no me era del todo extraño, he manejado hasta Rancho Nuevo un par de veces, a San Cristóbal y a Ocozocoautla, pero nunca más allá de esos destinos, entonces fue así que en el coche de mi apá, un Toyota Prius; no les voy a mentir, ese coche no me gustaba pero me dio una lección de comodidad, ahorro de gasolina y eficiencia, manejé de Villahermosa hasta Comitán, por cierto que no sin antes perderme unos minutos en Tuxtla Gutiérrez, llegamos ya de noche, no sé si les ha pasado pero el paisaje cambia mucho si lo observas de día o de noche, uno no se ubica igual, hay que ser muy observador para poder tener una referencia de la luz o la oscuridad, siempre me pasa, por alguna chingadera u otra siempre me pierdo en Tuxtla.

Salimos un miércoles de Villahermosa, tuvo que ser a la hora que salí del trabajo a las 15:00 horas, pensé que como el día siguiente sería festivo, todo el mundo aprovecharía para viajar por lo que la carretera estaría atascada de autos, para nuestra suerte no fue así, tuvimos un viaje muy apacible, platicando de todo un poco, de las personas que conocíamos muchos de ellos poetas y escritores; Teodosio García “Teo” hermano de un buen amigo, Urrusti que es amigo de mi apá médico, platicamos de Radio Corat, surgió el nombre de Carmen Leticia Cano que me adoptó durante la universidad, hablamos del periodo de González Pedrero como gobernador de Tabasco, de su esposa como impulsora de la cultura, de Nicaragua, la guerrilla, el socialismo y otras tantas luchas que a la distancia y en mi opinión no sé si valieron la pena por la cantidad de sangre y vidas que costaron; el mundo no ha cambiado mucho, siguen existiendo supuestas revoluciones que seguramente terminaran en nuevas dictaduras cuyo final será otra revolución.

No habían pasado tantos meses de mi visita a Chiapas, escuché en las noticias sobre el alza en el peaje, en diciembre estuvo en $ 80 pesos, ahora en $101 pesos, viajar en auto ya es un lujo también, en esta ocasión el estado de las carreteras estuvo bien sin embargo cuando tienes que pasar por tres o cuatro casetas el presupuesto de un viaje puede elevarse, cuando ya no dependamos de las gasolinas dudo que los costos de los viajes disminuyan, seguiremos usando energía que como la gasolina en lugar de mantenerse en un precio seguirá aumentando cada mes, eso es seguro, no creo que se extinga el capitalismo.

De Villahermosa llegamos a Tuxtla, seguimos a San Cristóbal y de allí a Comitán, era mi primera vez en ese municipio, llegamos a las 21:00 hrs., esa noche pernoctamos en un hotel, dimos una vuelta rápida por el parque, hacía un clima fresco, agradable, dormimos lo más pronto posible, aun había camino por andar.

A la mañana siguiente salimos temprano para llevar el carro a guardar en casa del hermano de un amigo de mi padre, según le habían contado no podíamos llegar en el carro hasta nuestro destino final así que decidió dejarlo en ese lugar por seguridad, la Colonia Magisterial de Comitán.

Las personas que nos dejaron guardar el coche en su propiedad nos dieron aventón hasta la terminar donde se encontraban las “combis” para llegar a un lugar llamado “Las Margaritas”, el recorrido hasta ese lugar fue corto ya que solo estaba a 20 kilómetros de Comitán, debo confesar que encuentro cierto placer cuando soy pasajero en el transporte, puedo ir observando todo sin necesidad de tener que preocuparme por la conducción, aunque  lo que nos ocurrió después cambiaría un poco esta idea que tenía.

Una vez que estuvimos en “Las Margaritas” debimos buscar otra terminal, pero ahora nuestro destino sería “San Quintín”, pedimos instrucciones y nos indicaron cómo llegar a la terminal de “combis” que nos llevarían a ese lugar, se trataba de un viaje de aproximadamente 121 kilómetros, esa distancia un auto puede cubrirla en un tiempo aproximado de una hora y minutos, pero no sería este el caso, mi padre me había comentado que era un viaje como de cinco horas, no sonaba racional, después descubriríamos por qué.

La salida de las “combis” para San Quintín se encontraba en el mercado de las Margaritas, llegamos temprano, el transporte saldría a las 10:00 hrs., así que todavía podíamos desayunar, cosa que realmente me preocupaba porque si bien tengo familia en Chiapas pues ellos finalmente son Tabasqueños y nos entendemos en cuestiones de comida, pero cuando salgo de mi pueblo sufro mucho.

Buscamos dónde desayunar dentro del mercado, a mi edad 42 años, ya no puedo arriesgarme a comer ciertas cosas, ya hay cosas que me hacen daño. Preguntamos como en tres lugares y no había huevos al gusto para desayunar, además solo nos ofrecían caldos y mole, esos platillos son una excelente comida pero ya por la tarde, para la mañana con unos buenos tacos bastaba, pero los tacos eran afuera del mercado y comiendo de pie y mi apá no comería de pie, según me contó podía caminar mucho pero no estar de pie mucho tiempo, lo miré con cara de incredulidad pues él había nacido, crecido y estudiado medicina en el D.F. y siempre que podía me presumía que se había criado en el barrio pero ya rumbo a sus setenta primaveras el barrio lo abandonaba y los achaques le ganaban terreno a sus pies.

Después de deambular un rato por el mercado encontramos un lugar que accedió a prepararle a mi padre unos huevos a la mexicana, yo por mi parte me rascaba la cabeza pensando qué iba a pedir, no quise huevos así que debía elegir entre pollo en caldo con verduras, puchero, mondongo, mole o costilla de cerdo, opté por la costilla de cerdo, ¿Qué podía salir mal?, yo imaginaba mis costillas asadas o en un guiso más familiar pero no fue así, las costillas venían en una especie de adobo acompañadas con arroz, suspiré y me dije a mi mismo que era mejor comer porque no sabía cómo estaría el resto del viaje y seguramente necesitaría fuerzas así que nada mejor que un desayuno así de rudo para aguantar lo que viniera.

La “combi” en la que viajaríamos no solo transportaba personas, en la parte del techo contaba con una canastilla que le permitía llevar consigo cualquier tipo de mercancía, una vez estando en San Quintín y después de conversar con el chofer comprendería que por la ubicación del poblado la gente de aquel lugar “bajaba” a Las Margaritas por suministros casi imposibles de encontrar de otra forma.

 Aunque habíamos pactado con los checadores del sitio nuestro viaje a San Quintín por poco y nos quedamos sin lugar, hubo un mal entendido y a mi padre lo mandaron a un banquito de plástico en la parte trasera de la combi y a mí me mandaron junto al chofer en la parte de adelante, mi padre es tamaño petite mide como 1.60 y pesa como 65 o 70 kg y yo mido 1.75 y peso 100 kg, ya se imaginarán lo incomodo que iba porque en la parte delantera del transporte solo caben el chofer y dos personas más, y a mí me tocó en medio, ese asiento está raro porque como que está más levantado que el que se encuentra a un costado de la ventana, pero ni modo, nos urgía llegar lo más pronto posible a nuestro destino.

El 1 de enero de 1994 se llevó a cabo el levantamiento zapatista de la mano del Ejército de Liberación Nacional, E.Z.L.N. por sus siglas, teniendo como demandas principales la justicia y reivindicación de los pueblos indígenas de México y de los pobres, por aquellos años yo estudiaba el sexto año de primaria y como nuestro salón estaba algo alto y la barda de la escuela baja podíamos ver pasar los destacamentos del ejército que se dirigían a Chiapas por la carretera Villahermosa-Teapa con dirección a la Selva Negra seguramente, como niños no atendíamos lo que sucedía, y hoy puedo decir que tengo mis dudas sobre el resultado de aquel movimiento, pude observar los vestigios del zapatismo chiapaneco cuando nos dirigíamos a nuestro destino, letreros que advertían a visitantes que estaban a punto de entrar es una comunidad zapatista, que debían moderar su velocidad, no ingerir bebidas alcohólicas y no tirar basura porque de lo contrario serían remitidos al comisario y además multados, sobra decir que me gustó una frase que se repetía en cada uno de esos letreros “aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”.

Pocas personas pueden presumir de conocer el sabor de la comida del rancho, ese ahumado que solo se consigue cocinando a fuego de leña, la leña es un recurso muy preciado en muchas zonas del país donde aun es muy complejo que el gas se use para cocinar o calentarse porque la distribución es casi imposible por la geografía, el problema es que la leña viene de los árboles, sabemos que la deforestación afecta los ecosistemas de muchas maneras, la agricultura y la ganadería también abonan a la tala de grandes extensiones de bosque y selva, pero no te puedes poner ecologista cuando para comer necesitas criar ganado, sembrar milpa y limpiar el terreno de aquello que te impida sobrevivir, se depende aún de la leña y de algo que desde épocas primitivas fue y sigue siendo vital: el fuego. 

Durante todo el camino, amontonadas a la orilla de la carretera no dejé de ver varios pedazos de leña ordenaditos, yo deduje que esas eran “cargas de leña”, pero me intrigaba mucho que solo estaban allí, como abandonadas, como si nadie las cuidara o no le pertenecieran a nadie, me preguntaba qué sucedía si alguien las tomaba, ¿acaso les cortarían las manos?, ¿serían remitidos al comisario?, ¿se darían cuenta si quiera que alguien las tomó?, bueno y ultimadamente ¿por qué las dejaban allí?, se supone que en Japón nadie toma nada que no le pertenece y quise suponer que en las comunidades zapatistas también este era el caso, son más civilizados que los que vivimos en la ciudad.

La primera vez que me aventuré a San Cristóbal fue con unos amigos de la universidad, solo llevamos el dinero justo para gasolina y medio comer, en esos días cada uno tenía cosas en qué pensar, corazones rotos y ganas de escapar de la realidad, canciones de Silvio Rodríguez no acompañaron en nuestro viaje, eso bastó para que yo, que no soy tan fanático de la trova, me prendara de algunas canciones de Silvio: “Por quien merece amor”, “Tu fantasma” y “Yolanda (Te amo)” a dueto con Pablo Milanés. También tuvimos la fortuna de escuchar Radio Insurgente Zapatista, algo muy breve, la noche que mi padre y yo pasamos por San Cristóbal intentamos buscarla, pero no tuvimos éxito.

La comunidad intelectual en México y en el extranjero simpatizó con la causa zapatista apoyando de manera presencial y enviando recursos al movimiento, creando fundaciones y programas para ayudar a las comunidades, uno de esos tantos artistas ha sido Panteón Rococó; en su disco “Tres veces tres” incluye en su última pista un “Programa especial de la radio insurgente: la voz de los sin voz, la voz del E.Z.L.N del 2004”, en ese audio creo que el Sub Comandante Marcos narra un cuento y menciona un lugar llamado “La Realidad”, nunca pensé que alguna vez me encontraría parado en “La Realidad”, fue entonces que pensé la ironía del momento, yo queriendo escapar de la realidad y ahora me encontraba justo allí, por cierto ese programa especial no lo van encontrar como parte del disco en Spotify, tendrían que escuchar el cd. 

En algún momento de mis años lectores, cuando caminaba por una librería, me topé con un libro escrito a cuatros manos, entre el Sub Comandante Marcos y Paco Ignacio Taibo II titulado “Muertos incómodos”, allí me enteré de que existía un refresco de nombre “Chaparritas el naranjo”; en la trama el “Sub” le pide a un compañero que debe viajar a la ciudad de México en una misión especial que a su regreso, si le era posible, le consiguiera una botella de “chaparritas”, olvidé el sabor que encargó.

Aunque mas disperso que nunca el movimiento zapatista sigue allí, escondido en la selva, si te detienes a observar bien lo puedes ver asomándose entre los árboles, entre su gente, en su igualdad y en su respeto entre sus semejantes y es lo que exige finalmente a todo aquel que llegue de fuera de la comunidad indígena, piden respeto y justica, quiero quedarme con eso.

En “La Realidad” bajaron algunas personas, tuve señal por algunos minutos por eso supe, sin querer, que nos encontrábamos allí, para esto ya en mi cerebro traía como tres horas de corridos, reggaetón, corridos tumbados, cumbia texana y todo lo que traía el chofer en su USB de no sé cuántos gigas de canciones, para no dormirse supuse. 

Luego de seis horas de viaje llegamos a San Quintín aproximadamente a las cuatro de la tarde, entumidos, cansados y con hambre, pero hasta cierto grado aliviados de haber llegado. Se dice que preguntando se llega a Roma así que preguntamos por un lugar en donde se supone había cabañas, una vez que recibimos las indicaciones nos dirigimos hacia allá y mientras caminábamos pude ver un cuartel del Ejército Mexicano, se me hizo raro ver la insignia de la Fuerza Aérea Mexicana, después nos enteraríamos que esa “carretera” de asfalto por donde ahora andábamos era en realidad una pista de aterrizaje.

La pista de aterrizaje no fue lo único que se me hizo extraño ya que a la vuelta de una curva vimos un Banco Bienestar con cajero y todo, pensé que nos encontrábamos en la Patagonia chiapaneca, en el fin del mundo, pero con un Banco Bienestar.

Una vez que llegamos a la cabaña la noche se estaba asomando, no había manera de que a esa hora nos aventuráramos a ir a la “Laguna Miramar”, para llegar allí había que caminar un sendero de cinco kilómetros de largo, eso nos hacía pensar que se nos haría de noche en el camino así que decidimos pernoctar en la cabaña y salir al día siguiente muy temprano.       

A la mañana siguiente despertamos muy temprano, recorrimos el sendero, fuimos a la laguna, regresamos, pero calculamos mal el tiempo y la combi de regreso a Las margaritas se nos fue. 

Estábamos “atrapados” en San Quintín por tiempo indefinido, no teníamos otra manera de salir y ya no queríamos quedarnos otro día allí, como aún no habíamos desayunado nos fuimos a una lugar que vendía comida y que parecía ser un punto de reunión de esa parte del pueblo porque los lugareños llegaban a comer a ese lugar, le platicaos nuestra odisea al dueño y nos dijo que si queríamos podíamos dejar nuestras cosas mientras buscábamos la manera de salir de allí, afortunadamente para nosotros vimos pasar otra de las combis que había llegado ese día con otros pasajeros y mi padre fue a preguntarle en qué horarios podíamos salir de allí, le dijeron que a media noche habría otra salida, ni modo era la única opción real que teníamos, pero nos preguntábamos qué íbamos a hacer hasta las doce de la noche si apenas era medio día.

Dejamos nuestras cosas y nos fuimos sentar a una tienda como a un kilómetro, comimos unas frituras y después de un rato la tienda cerró su cortina, la tarde cayó y nosotros seguíamos esperando poder salir de allí, fue entonces que al regresar por nuestras cosas hasta donde las habíamos dejado, al entrar al lugar, un señor saludó muy efusivamente a mi padre y nos invitó a sentarnos en su mesa en la cual ya había un six de cerveza y un plato con carne al pastor, camarones y otras cosas.

Resultó ser que, cuando caminamos por la mañana hacia la laguna, nuestro anfitrión se topó con nosotros en el sendero y nos saludó, nosotros le respondimos el saludo y eso le agradó al señor que esa tarde-noche se encontraba celebrando su cumpleaños y pues estaba contento, dijo que, ante la muestra de respeto de mi padre, al contestarle el saludo, no podía hacer otra cosa que invitarle una cerveza y compartir los alimentos.

Nuestro anfitrión dijo llamarse Romeo y nos preguntó si habíamos disfrutado nuestra estancia en la laguna, a lo que nosotros le respondimos que sí, que todo había estado muy bonito, cansado pero bonito y después de una segunda ronda de cervezas nos preguntó si habíamos visto las luces en el cielo, mi padre y yo nos volteamos a ver y le dijimos que no porque caminamos de día, que nada de eso, seguimos bebiendo y comiendo y se me ocurrió preguntarle por los bultos de madera que se encontraban a las orillas de la carretera, que si nadie se los robaba, entonces Romeo entrecerró los ojos y nos dijo que hacía unos meses les estaban robando la leña, pero que los culpables no eran de este mundo.

Romeo tenía parcelas en el cerro y nos contó que un día se le hizo tarde porque andaba tanteando a una manada de jabalíes que le estaban comiendo el maíz en su milpa, así que había decidido darles su merecido pues estaban afectando su cultivo, a pesar de que la cacería está prohibida en la selva, cuando se trata de las parcelas los ejidatarios pueden resolverlo como mejor les parezca siempre y cuando respeten ciertas reglas; la cosa es que Romeo pudo ahuyentar a los jabalíes de su parcela pero le cayó la noche, tomó su caballo y enfiló hacia su casa, fue entonces que a la distancia vio luces que se encendían y se apagaban, si bien en San Quintín existe una pista de aterrizaje la llegada de aeronaves era muy esporádica, además él las divisiva, las luces vistas, hasta cierto modo cerca y a baja altura, dijo que emitían una especie de zumbido y la curiosidad lo hizo acercarse hasta el objeto en cuestión, lo describió como una especie de plato volador como de un metro de diámetro, con muchas luces y que se encontraba planeando sobre una pila de leña que estaba a un costado del sendero de donde con un artilugio tomó una carga de leña para luego alejarse entre los cerros.

La verdad es que al escuchar la historia de Romeo sobre ese objeto volador no identificado que se robaba la leña no nos convenció mucho, sobre todo porque en la mesa los vestigios de tres six de cervezas hacían que su historia tuviese poca credibilidad, además ya Romeo se tambaleaba en su silla, fuimos prudentes y decidimos solo escuchar su relato y no ahondar más en el tema, el cansancio hizo estragos en nuestro anfitrión que se despidió de nosotros y se retiró del lugar mientras cantaba una especie de corrido que no reconocí.

Ya solos mi padre y yo retomamos la historia de Romeo, yo le dije a mi padre que creía que pudiese haber un OVNI tan pequeño, un metro de diámetro, además ¿para qué carajos iban a querer leña los extraterrestres?

Tomamos nuestras cosas y nos fuimos a buscar la combi que nos llevaría a Las Margaritas, aún faltaban unas horas, mi padre me invitó unas quesadillas, hablamos de la gente abusiva, esa a la que le das la mano y te agarra todo el brazo, gente cuyo ego no les deja ver sus errores y que a pesar de ver la tempestad no se hincan, gente al fin.

Por fin llegó la hora de partir, la salida se adelantó una hora, a las 23:00 horas nos pusimos en marcha, pensamos que la ventaja de viajar de noche era que las seis horas de camino hasta Las Margaritas nos la aventaríamos dormidos y sin contratiempos, que equivocados estábamos.

A mí me tocó sentarme hasta la parte de atrás de la combi, justo a un lado de la ventana, llevaba cupo lleno, no cabía nadie más, la música de cumbias texanas me adormeció, las cervezas que había tomado horas antes ayudó a que mi cuerpo se relajara y a como pude me acomodé en ese espacio reducido, frente a mí una señora muy delgada llevaba entre su reboso a una niña totalmente dormida que si mal no recuerdo hubo momentos en el camino en el que la señora se quedó dormida y la niña colgaba como una muñeca de trapo totalmente de cabeza y parecía que en cualquier momento se le caería a la mamá, afortunadamente no pasó.

Despertaba a ratos, el camino totalmente de terracería en aquel tramo, cerro abajo, hacía el viaje muy movido, hicimos algunas paradas dejando y levantando gente, después de un rato me volví a dormir, pero fue por poco tiempo, un fuerte brinco y los gritos de las personas me despertaron, nos salimos del camino, temimos lo peor, al estar en el cerro pensamos que nos encontrábamos a la orilla de algún voladero, precipicio o como le quieran decir, afortunadamente nos detuvo una cortina de monte bastante densa y quedamos atrapados en la cuneta, si hubiésemos ido más rápido la combi se hubiera volteado.

Comenzamos a bajar del vehículo uno a uno, al parecer el chofer se había quedado dormido y casi nos mata a todos, claro que nunca reconoció su falta de pericia y todavía el muy sin vergüenza nos pidió empujar la combi para sacarla de la cuneta donde estaba atascada y fue entonces que sucedió lo inimaginable, alguien advirtió que un objeto volaba a baja altura en el cielo, todos volteamos ver, mi padre se me acercó y me dijo: ¡el OVNI de Romeo!, toda mi vida había esperado vivir una experiencia así y ahora se estaba haciendo realidad, no sabía si habíamos muerto y ya estábamos en otro plano dimensional, si se trataba de la cheve que nos tomamos o de plano se trataba de histeria colectiva ocasionada por el accidente que acaba de ocurrirnos, pero por más que quise negarlo allí estaba el plato metálico de un metro de diámetro que emitía un zumbido con luces intermitentes y efectivamente le colgaba una carga de leña que seguramente acababa de robar, en eso estábamos todo embelesados cuando escuchamos el rugir de lo que parecían ser unas motocicletas en las cuales unos jovencitos pasaron a  toda velocidad a un costado de nosotros, pude notar que iban piloto y copiloto el cual llevaba a la espalda un rifle, ¿estaban acaso persiguiendo al OVNI?

El chofer estaba más preocupado por sacar la combi de la cuneta que tener un encuentro cercano con seres del espacio roba leña, así que nos gritó que si íbamos a empujar o no, a regañadientes algunos nos pusimos a empujar, era evidente queo sacábamos el vehículo del atasco o no podíamos irnos, después de muchos intentos y poco avance a lo lejos los faros de un vehículo hicieron presencia, ya de cerca pudimos ver que se trataba de una camionetita Toyota bastante viejita y cuyo conductor se detuvo para asistirnos.

Con una cuerda amarrada a la defensa de la camioneta, que a primera vista me preocupó que saliera desprendida por el esfuerzo, y con cuatro de nosotros empujando la combi logramos sacar el vehículo de la cuneta, el chofer revisó que nada más se hubiese roto, al parecer todo estaba en orden, agradecimos a nuestro salvador y todos volvimos a subir a la combi, muchos con temor por supuesto, minutos más tarde descubriríamos que estuvimos varados a dos kilómetros del pueblo llamado Guadalupe, a partir de allí el camino estaba asfaltado y era carretera.

Estábamos tan cansados que aún en contra de nuestra voluntad nos volvimos a dormir varias veces durante el camino y por fin, a las seis de la mañana, llegamos a Las Margaritas, llenos de polvo por haber empujado, asustados por el accidente, sorprendidos por nuestro encuentro cercano y aliviados de seguir con vida.

Mi padre y yo regresamos a Comitán sin más contratiempos, fuimos por el auto y nos dirigimos de regreso a Villahermosa, hogar, dulce hogar.

Unos días después mientras visitaba un portal de noticias un encabezado llamó poderosamente mi atención “POBLADORES CHIAPANECOS DERRIBAN OVNI”, inmediatamente le di clic a la nota, no lo podía creer, había sido real o por lo menos eso pensé hasta que leyendo la noticia resultó que “con un rifle un joven derribo el supuesto OVNI que desde hacía varios meses les había estado robando la leña resultando ser solo un dron disfrazo de plato volador que era utilizado por un grupo de ladrones de leña, mismos que fueron remitidos a las autoridades una vez que fueron desenmascarados”.